Honduras: El mito de la regresividad fiscal

Los sofistas eran unos filósofos griegos de la antigüedad que, entre otras cosas, enseñaban el arte del uso de la palabra. Sus métodos no eran siempre del todo éticos, y se dice que practicaban el oficio de presentar como cierto lo falso. Un sofisma, en consecuencia, es un argumento en apariencia verdadero, pero que en el fondo es tan falso como un billete de tres lempiras. Para elaborar un sofisma, si se tienen premisas verdaderas, basta introducir algún elemento, un giro o una variable que parezca verdadera y la magia está hecha.

Existen entre nosotros algunos temas que nadie discute y se aceptan como verdades absolutas. La regresividad fiscal es uno de estos temas. Se han llenado espesos estudios, y muchos foros de discusión, sobre temas tributarios, se encuentran contaminados con este concepto. La regresividad fiscal, como teoría, señala que las personas con menos recursos pagan más impuestos indirectos que aquellos con mayores recursos, planteando un desolador sistema inequitativo, en el que la tributación recae sobre los más necesitados. Es un concepto en apariencia complejo, pero puede ser explicado con ejemplos numéricos simples (Wisecarver, 1980). En tal sentido, intentaremos explicarlo utilizando nuestro impuesto sobre ventas:

  1. El impuesto sobre ventas es un impuesto indirecto que grava el consumo que realizan las personas.
  2. La tasa del impuesto es del 15% y 18%, dependiendo del producto o servicio que se grave.
  3. Este impuesto lo pagarán todas las personas por igual, cuando consuman el mismo producto o servicio.
  4. En tal sentido, si un producto o servicio determinado cuesta cien lempiras y paga 15%, el impuesto será de L 15.00 por producto.
  5. Si un conserje gana L 10,000.00 de salario y compra el producto: La teoría de la regresividad, calcula la incidencia del impuesto, dividiendo los L 15.00 de impuesto, entre los L 10,000.00. de ingreso. El resultado es un 0.15%
  6. Si un ejecutivo o funcionario, compra el mismo producto, pero gana un salario de L 120,000.00. El resultado de dividir el impuesto entre el ingreso es un 0.0125%.
  7. En términos comparativos, la teoría señalaría que el conserje paga 12 veces más impuesto que el funcionario, en proporción a sus respectivos ingresos.

En la teoría de la regresividad fiscal la mayoría de los elementos son verdaderos. Sin embargo, en el análisis se introduce el ingreso de las personas, un elemento tomado completamente fuera de contexto, que contamina el razonamiento y arroja resultados incorrectos. Generalmente la comparación se efectúa, entre el impuesto, expresado mediante un porcentaje fijo; y el ingreso, un elemento variable y dinámico. Establecer una relación entre el impuesto y el ingreso de las personas es tergiversar la realidad. La relación del ingreso con el impuesto es artificial e incorrecta. Claramente, lo que aumenta o disminuye es el ingreso de las personas a lo largo del tiempo. El impuesto se mantiene inalterable, su valor sigue siendo el mismo, sin importar el ingreso de quien lo paga.

En relación con el impuesto sobre ventas, todas las personas pagan exactamente la misma tasa impositiva (15%-18%), pero cuando el impuesto se compara contra el ingreso, parece que las personas con menos ingresos pagaran más. Por supuesto, se necesita realizar una comparación con casos extremos, como el utilizado en el ejemplo. Cuando la comparación se efectúa entre ingresos más próximos, la supuesta regresividad sencillamente desaparece o deja de tener relevancia. En un famoso ejemplo, Daniel L. Wisecarver (Wisecarver, 1980), compara los ingresos entre un agricultor y un pescador: En el año 1, el agricultor tiene una cosecha extraordinaria que le reporta grandes ingresos; el pescador, por el contrario, sufre una carestía de peces y sus ingresos se deterioran hasta el punto de afectar su subsistencia; en este escenario, el impuesto al consumo sería regresivo para el pescador; en el año 2, es el agricultor quien sufre una sequía, por la cual, pierde su cosecha y sus ingresos, pero el pescador,  tiene un gran año y la pesca le produce muy buenos ingresos, ahora el impuesto al consumo sería regresivo para el agricultor. Evidentemente, la relación ingreso e impuesto y su calificación de regresividad no funciona cuando se trata de ingresos más próximos entre sí, o cuando se mide el ingreso obtenido durante un periodo más largo de tiempo.

La regresividad fiscal se encuentra soportada por textos de naturaleza económica y es parte de la técnica tradicional de análisis de política fiscal (Gómez-Sabaini, 2006). Sus objetivos, parecen determinar los efectos del impuesto sobre el ingreso. Sin embargo, la conclusión: “El que tiene menos ingresos paga más”, es descabellada. La verdad es que el pobre no paga más, el verdadero problema son sus exiguos ingresos. Si lo pensamos bien, el análisis simplista de la supuesta “regresividad” se puede aplicar prácticamente a todo. Dividamos los precios de todas las cosas entre el ingreso de las personas más pobres; y el resultado será que todos los precios de todos los bienes y servicios serán más costosos para quien tiene menores ingresos.

La regresividad fiscal es un mito que desvía la atención sobre los verdaderos problemas: Bajos ingresos y altas tasas impositivas. En general, la escasez es un problema que torna difícil cualquier actividad: Si se carece de inteligencia resulta difícil estudiar; si se carece de talento, es sumamente complejo desplegar una actividad artística o deportiva; si se carece de tierra cultivable, no se puede cosechar; si se carece de medios de transporte, es muy difícil llegar a donde uno se dirige. El problema, claramente, es no contar con los recursos para solventar las diferentes situaciones que se presentan en la vida.

En todo caso, el cálculo de la incidencia del impuesto y la regresividad como conclusión son enteramente teóricos, requieren de elementos puros para aportar resultados válidos. Como lo ha señalado una publicación del Banco Interamericano de Desarrollo: “Hipotéticamente, un IVA totalmente plano, que gravara por igual todos los bienes y servicios de consumo familiar, sería regresivo porque los pobres consumen una proporción mayor de su ingreso que los ricos. Esta es la lógica que lleva a la creencia corriente de que el IVA es por definición un impuesto regresivo. Pero en la práctica, dependiendo de cuáles sean los bienes exentos o gravados a tasas reducidas, y dependiendo también de qué medida del ingreso se utilice, el IVA puede o no ser regresivo.” (Ana Corbacho, 2013).

La publicación del BID también señala, además, que para calcular la regresividad fiscal se utiliza el ingreso de las personas, obtenido de una encuesta realizada en un momento determinado. La encuesta no toma en cuenta la situación por la que atraviesan las personas sin empleo, los trabajadores estacionales o los que pierden sus negocios o medios de vida por temas de salud. Lo más apropiado sería que el ingreso se considerara por un periodo de tiempo más largo para tener una mejor apreciación de los ingresos regulares de una familia. También nos dice el libro publicado por el BID que cuando el impuesto se contrasta contra otras variables, por ejemplo, el nivel de consumo de las familias, “el IVA en la mayoría de los países (aunque no en todos) es ligeramente progresivo” (Ana Corbacho, 2013). Evidentemente, en un impuesto como el de ventas, el que más consume es quien más paga.

La falsa conclusión de la regresividad fiscal es utilizada por algunos diseñadores de política fiscal para proponer y efectuar reformas tributarias que graven más a las personas con mayores recursos. El argumento parece culpar de la “regresividad” a las personas con mayor capacidad económica; cuando son los Estados, a través de su potestad tributaria, los que conciben, crean y cobran los impuestos. Las personas no crean tributos ni le cobran impuestos a nadie, tampoco son culpables de que otras personas obtengan bajos ingresos. En nuestro caso, es el Estado hondureño el que ha creado un impuesto sobre ventas con unas tasas del 15% y 18%. Las personas con mayores ingresos no tienen nada que ver con el impuesto ni con sus tasas, al igual que toda la población que consume bienes y servicios, solamente se encuentran obligados a pagarlo.

Debe dejarse claro que, en la reforma propuesta actualmente en Honduras, no se aumentan los impuestos, ni se crean tributos para las personas con mayores ingresos. Tampoco se elimina ni rebaja ningún tipo de impuesto. Sin embargo, la sombra de la regresividad fiscal se ha mantenido en el debate, ya que se pretende introducir constitucionalmente un principio de “progresividad tributaria”, facilitando la creación futura de tributos sobre patrimonio de las personas, con el objeto de compensar la supuesta “regresividad” del sistema.

Según la Encuesta de Hogares del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el 80% de la población del país es pobre, lo que no quiere decir que el 20% restante sea rico: La encuesta de hogares nos dice que el ingreso de las restantes familias es en promedio de L 9,849.00 (Estadísticas, 2022). Este promedio es inferior al salario mínimo actual. Definitivamente, no se puede afirmar que una familia con un ingreso inferior al salario mínimo sea rica. En tal sentido, se puede concluir que, considerando los promedios del INE, en Honduras la población no se divide entre pobres y ricos, sino entre pobres y menos pobres. Si bien, la información del INE descansa sobre promedios, no por eso deja de reflejar la realidad del país. No puede negarse que existe extrema pobreza; tampoco puede negarse que existe un pequeño grupo de personas con una considerable riqueza. Sin embargo, la métrica refleja que somos uno de los países más pobres de Latinoamérica, solo comparable con Haití y Nicaragua, y esto se debe a que, en promedio, todo el país es pobre.

En materia de Impuesto sobre la Renta, un dato sumamente importante es que en Honduras actualmente, las personas pagan impuesto sobre la renta a partir de un salario mensual de L 19,919.96 (unas 5 veces superior al ingreso per cápita nacional).  Por supuesto, no hay forma de decir que una familia que obtiene el señalado salario es rica. Sin embargo, si se puede afirmar que en Honduras solo pagan impuesto sobre la renta las personas con mayores ingresos. El anterior aserto se sostiene, sin ningún problema, cuando consideramos que la base tributaria relevante del país (las personas que pagan impuestos), es de 218,442 personas (Acuerdo SAR 125-2022), en un país de 9,597,739 de habitantes, eso representa una cifra cercana al 2% de la población. Es como hacer una fiesta para 100 personas, pagando el local, la comida y la bebida, pero dividir el costo entre las dos personas con mejor salario.

Con el impuesto sobre ventas, el análisis es un poco más complejo, sobre todo por las exenciones que contiene. Considerando que el ISV exonera la canasta básica, y que las personas pobres y menos pobres consumen mayor proporción de tales productos, según información de la Comisión para la Defensa y Promoción de la Competencia el consumo es hasta de un 70% de la canasta básica (Comisión para la Defensa y Promoción de la Competencia, 2022), la verdadera carga impositiva descansa en las personas que más consumen productos gravados. Esto no quiere decir que el impuesto no afecte a las personas con menos ingresos, sino que la conclusión de regresividad fiscal es falsa o, por lo menos, tomada fuera de contexto. Pobres y menos pobres pagan el mismo impuesto, el problema es que su ingreso no les permite vivir con dignidad y decoro.

La regresividad fiscal es un mito. Es una excusa para ocultar los verdaderos problemas. Es una teoría que nos lleva a concluir, erróneamente, que las personas con mayores ingresos viven a expensas de las personas con menos ingresos. La teoría de la regresividad fiscal puede impulsar sistemas que graven a las personas con mayores ingresos y exoneren a las personas con menores ingresos. Un sistema de este tipo afecta la recaudación de los impuestos, dañando su capacidad redistributiva, además de generar una inmensa inequidad en la que los egresos públicos, descansan en un pequeño sector de la población. El impacto primordial del impuesto sobre venta se encuentra en sus altas tasas de 15% y 18%. La economía de las familias pobres y menos pobres sufre, en la medida en que no pueden consumir los productos gravados, encarecidos artificialmente por el costoso impuesto. Cobrar un impuesto con unas tasas tan altas, en un país tan pobre, es una verdadera injusticia.

Un sistema tributario debe ser competitivo y neutral (Bunn, 2022). Un sistema competitivo mantiene los impuestos bajos. Un sistema neutral no interfiere con las actividades económicas y de inversión. Como lo refleja el Índice de Competitividad Fiscal Global, publicado por la http://www.taxfoundation.org/ los mejores sistemas tributarios son simples y tienen impuestos bajos, sus reglas son tan sencillas que no inciden en las decisiones de inversión o en la actividad económica. En Honduras la solución no es cobrar más impuestos a las personas con mayores recursos, por el contrario, la solución es bajar las tasas impositivas, en todos los órdenes, por supuesto, incrementando la base de contribuyentes. Los bajos impuestos acrecientan el cumplimiento voluntario de las personas y, por consiguiente, mejoran la recaudación y la capacidad redistributiva, garantizando que todos paguemos impuestos mucho más justos.